Y en ese momento, los dos niños traviesos que habían hecho que todos los Orgullos Celestiales apretaran los dientes de odio ya habían aparecido frente a un lago de un blanco lechoso.
—¡Wow! Hermana mayor, hay mucha Leche de Piedra.
Chu Chen, con sus pequeñas piernas cortas, corrió al frente del lago, saltando y brincando con emoción.
—Es toda Leche de Piedra, ¿por qué no se está escurriendo?
Chu Xin miró el lago, sus redondos ojos llenos de confusión.
—A quien le importa, embotellémosla primero.
Chu Chen no pensó demasiado en ello. Su pequeña mano regordeta se movió, y cientos de Botellas de Jade aparecieron de la nada, suspendidas boca abajo sobre el lago.
—¡Recolectar!
Con un pellizco de su mano, todas las Botellas de Jade estallaron con una fuerte fuerza de succión, atrayendo la Leche de Piedra del lago hacia las botellas.
—Deja un poco para mí también.