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—¡Chirrido! —Los llamados de las Bestias Demoníacas resonaron a través del vacío, mientras densas hordas de Bestias Demoníacas Voladoras atacaban el Divino Ataúd, entre ellas Bestias Demoníacas del Séptimo Rango. Antes de siquiera acercarse al Divino Ataúd, una lluvia de poderosos ataques cayó del cielo.
—Tanta carne, hermanito, no dejes escapar ni uno solo —Chu Xin, observando las hordas de Bestias Demoníacas Voladoras a través de la proyección del Divino Ataúd, se lamió los labios y agitó su mano blanca como la nieve, conjurando un portal espacial.
—¡Entendido! —Chu Chen respondió, agarrando el Dragón de Fuego de Dos Cabezas, siguió a su hermana Chu Xin a través del portal espacial.
—Gordito, hora de trabajar —Chu Chen lanzó al Dragón de Fuego de Dos Cabezas que estaba acunando hacia el exterior.