En el Mar del Estado, el Divino Ataúd se movía rápidamente a través del agua, proyectando el entorno marino circundante en su interior.
—Las Bestias Demoníacas en el mar son tan bonitas —Chu Chen miraba a las Bestias Demoníacas parecidas a peces que de vez en cuando nadaban en la proyección, sus grandes ojos redondos llenos de deleite—. Cuando lleguemos a casa, le pediré a papá que haga una gran pecera y capture muchos peces grandes para criar.
—¿Una pecera? ¿Cuántos puede contener eso? —Chu Xin lo miró con desdén, sus ojos brillaban con anticipación—. Hagamos que papá excave el campo de nieve detrás de la aldea y haga un lago súper súper grande. De esa manera, podemos criar muchos peces de mar.
—Sí, sí, sí, hermana es inteligente —Chu Chen aplaudió sus regordetas manos emocionado.
El cultivador del Estado del Trueno los escuchó y se quedó sin palabras. Solo estos dos pilluelos pensarían en criar Bestias Demoníacas del mar.