Sin embargo, esa gente no le prestó atención y siguieron usando sus ataques más poderosos, determinados a matar al intruso.
—Hermana, déjame ir a patearles el trasero.
Chu Chen se restregó los puños y se limpió las palmas, hablando emocionado.
Habiendo recién logrado un avance, estaba ansioso por probar su recién adquirido poder, nunca esperando que estos tipos vinieran a llamar a su puerta.
—Sería mejor irnos, de todas maneras no hay ningún tesoro aquí, así que no tiene sentido mostrarnos.
—Sí, mientras no salgas, no sabrán que eres tú y tus huellas no se expondrán. Vámonos.
Varios cultivadores de Longzhou se apresuraron a instar.
Chu Xin agitó su mano y dijo:
—Papá dijo que no deberíamos buscar problemas, pero si alguien nos los busca, debemos responder fuerte. Hermanito, adelante, golpéalos hasta que florezcan, y que sepan lo formidables que somos.