—¡Ah! Mi dedo, mi Anillo Sumeru.
De repente, uno de los Ancianos miró su mano izquierda, faltándole el dedo índice sin dejar rastro. El muñón aún pulsaba con el negro Poder de la Regla del Trueno de Aniquilación Silenciosa, que no solo impedía el flujo de sangre sino que también detenía el Poder del Demonio de Sangre de regenerar un nuevo dedo.
—Mi dedo también se ha ido.
Otros Ancianos y Hombres Togados de Sangre escucharon e inmediatamente revisaron sus propios dedos índices izquierdos, y soltaron un rugido lamentable.
La desaparición de los dedos era en realidad insignificante, puesto que expulsar el Poder de la Regla del Trueno de Aniquilación Silenciosa del muñón les permitiría usar el Poder del Demonio de Sangre para hacer crecer otros nuevos. Sin embargo, los Anillos Sumeru que habían estado en sus dedos no podrían regenerarse.
—Maldito mocoso, no solo rompiendo nuestros dedos sino también robando nuestros Anillos Sumeru, ¡ah!