—Escucha, dame la Corona del Dragón de Agua —dijo él.
El tono del anciano seguía siendo gentil, pero sus ojos demostraban cierta impaciencia. Había puesto tanto esfuerzo y perdido tantas vidas para obtener la Corona del Dragón de Agua. ¿Cómo podía entregársela a este pequeño mocoso?
—¡No! Quiero la Corona del Dragón de Agua —declaró Chu Xin, parpadeando con sus grandes ojos de manera resuelta.
—Lo diré otra vez, dame la Corona del Dragón de Agua —afirmó el anciano, con un tono glacial y una pizca de intención asesina en sus ojos.
Si no fuera por su plan de engañar a estos dos mocosos para llevarlos al Templo de Hielo y Nieve y extraer sus talentos usando una técnica secreta, ya habría atacado.
—¡No! Quiero esto; si no me das la Corona del Dragón de Agua, eres un viejo abuelo malvado —refunfuñó Chu Xin, agarrando la Corona del Dragón de Agua con sus pequeñas y pálidas manos.