Esperanza Williams tomó su café, lo bebió con calma y elegancia, su rostro indiferente desprovisto de cualquier expresión superflua.
—Esperanza Williams, uno debe ser consciente de su propio valor. Deberías saber que no quiero verte para nada, y también deberías darte cuenta de que con tu trasfondo, simplemente no eres compatible con nuestra Familia Lewis.
Un atisbo de amargura atravesó los hermosos ojos de Esperanza, pero ella respondió con una leve sonrisa, sin enfurecerse por las palabras de Alitzel Williams. En cambio, su expresión permaneció indiferente, aparentemente no afectada.
—Señora Lewis, creo que ha habido un malentendido. No tengo ningún interés en la posición de la joven dama de la Familia Lewis.
Su voz era pausada, llevaba un sarcasmo mordaz, su rostro estoico, impecable.
Su buena educación todavía impedía que Esperanza dijera palabras desagradables a una anciana.
Pero en estos días, su tolerancia hacia Alitzel Williams había alcanzado ciertamente su límite.