—Sí, ¿qué clase de odio profundo hay para empujar a alguien así, desde un piso superior?
—Oye, mira, se ve claramente su cara.
—Déjame ver, déjame ver, oh Dios mío, esto...
Mientras Joy Ward seguía explicando, muchas personas sacaron sus teléfonos para ver el video de vigilancia y luego miraron a Joy Ward. Esas miradas escrutadoras y evaluativas que se convirtieron en disgusto dejaron a Joy Ward desamparada.
De repente, alguien gritó:
—¿No es esa mujer del video ella?
—Es ella, oh Dios mío, se ve tan gentil y frágil, nunca hubiera pensado que tuviera un corazón tan negro, hablando amablemente y luego tirando a alguien por las escaleras a sus espaldas, y ahora aquí golpeando y llevándose a la fuerza a un niño. Debe ser una psicópata; llamen a la policía y que la arresten.
Las voces cada vez más altas causadas por sus explicaciones hicieron cambiar el rostro de Joy Ward con pánico, sus cejas se fruncieron con fuerza mientras los miraba:
—¿De qué están hablando? ¿Qué vídeo?