—¿Qué? La expresión del Viejo Maestro Williams se desplomó al instante, dejando solo pánico.
Sin preocuparse por nada más, se apresuró a entrar en la habitación y vio a Luna Williams acostada débilmente en la cama, su esbelto brazo colgando del borde, su muñeca tallada con un corte largo, aún sangrando profusamente.
El suelo manchado de sangre cubierto de fragmentos de vidrio era particularmente deslumbrante.
Los ojos de Luna Williams estaban fuertemente cerrados, y su rostro estaba mortalmente pálido.
Varios doctores cercanos también quedaron atónitos por la situación, pero inmediatamente comenzaron el tratamiento de emergencia.
—Luna, ¿Luna?
El Viejo Maestro Williams rugió:
—Rápido, sálvenla, todos ustedes sálvenla.
—Sí, Maestro, por favor apártese un momento —se acercó el doctor y dijo.
El Viejo Maestro Williams rápidamente se apartó, observando a Luna Williams con una cara llena de preocupación.