La pequeña mano inquieta de Zhang Yulan amasó y apretó suavemente mientras decía con un leve puchero:
—Si no fuera porque darte dinero directamente hiere tu orgullo y nunca lo aceptarías, preferiría que ni te molestases en empezar un negocio. Podría simplemente darte unos cientos de miles cada mes, y podrías pasar tus días comiendo, bebiendo y divirtiéndote.
Yang Fan, sin saber si reír o llorar, dijo:
—Hermana Yulán, por favor no. Esos ochocientos mil que ya me diste son presión suficiente.
—Basta ya, no vuelvas a mencionar esos ochocientos mil otra vez, o te transferiré dinero cada mes solo para molestarte —dijo Zhang Yulan—. No es como si me faltara dinero. Lo que te di, te lo di libremente. ¿Por qué sentir presión?
—Hermana, no es tan simple —dijo Yang Fan con seriedad.