El sol caía a plomo sobre el bosque de Émeraude cuando Antoine, Julien y Gabriel, tres jóvenes aventureros con mochilas desgastadas y espadas relucientes, se adentraron en su corazón. Antoine, el líder, con cabello castaño y ojos marrones penetrantes, estudiaba el mapa con concentración. Julien, el más impulsivo, de cabello rubio y ojos azules brillantes, se impacientaba. Gabriel, el más callado y observador, de cabello negro azabache y ojos grises profundos, escudriñaba el entorno con cautela. Buscaban la legendaria Flor de Luna, una flor mágica que, según la leyenda, podía curar cualquier enfermedad.
De pronto, Julien tropezó con una raíz, cayendo con un golpe sordo. Al levantarse, vio una cabaña de madera, escondida entre los árboles, más bella y misteriosa de lo que jamás hubiera imaginado. Era una visión de cuento de hadas, con una hiedra que la abrazaba como un manto protector.
Cautelosamente, los tres jóvenes se acercaron. Desde la puerta entreabierta, escucharon una melodía suave, casi etérea, que parecía emanar del interior. Antoine, con un gesto de silencio, hizo una señal a sus compañeros para que se acercaran con cuidado. Asomándose, vieron a tres jóvenes mujeres, de una belleza sobrenatural, sentadas alrededor de un pequeño fuego. Sus cabellos, largos y brillantes, reflejaban los colores del arcoíris.
Lysandra, la mayor, tejía una corona de flores con una destreza asombrosa. Lapine, con sus orejas de conejo, reía con una alegría contagiosa mientras dibujaba en un trozo de madera. Louve, con sus orejas y cola de lobo, observaba el fuego con una mirada serena y penetrante.
El silencio se rompió cuando Julien, sin poder contener su asombro, exclamó: "—¡Pero qué belleza!"
Las tres hermanas se giraron, sorprendidas. Lysandra, con una gracia innata, se levantó y se acercó a la puerta. Sus ojos, un azul celeste profundo, se encontraron con los de los tres jóvenes.
"—Perdónen nuestra intromisión," dijo Antoine, recuperando la compostura. "—Nos hemos perdido y buscamos… la Flor de Luna."
Lysandra sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro como el sol. "—La Flor de Luna… Es una leyenda, ¿no es así?"
Lapine, curiosa, se acercó a sus hermanas. "—Nunca hemos visto a nadie más en este bosque," dijo con una voz dulce.
Louve, con una mirada penetrante, observó a los tres jóvenes con cautela. "—¿Quiénes son ustedes?"
Los jóvenes se presentaron, explicando su búsqueda. Lysandra, con una mezcla de asombro y cautela, los invitó a entrar. La cabaña, aunque sencilla, estaba llena de una magia palpable. Las paredes estaban adornadas con dibujos y símbolos misteriosos, y el aire olía a hierbas y flores silvestres, ellos por otro lado se dieron cuenta de la fuerza de ellas en su magia si alguien planeaba atacar no tendrían oportunidad.
La conversación fluyó con naturalidad, a pesar de la diferencia entre sus mundos. Los jóvenes, fascinados por la belleza y el misterio de las hermanas, compartieron sus historias y sus sueños. Las hermanas, a su vez, contaron algunas de sus experiencias en el bosque, sin revelar la verdad sobre su origen. La noche se fue deslizando entre risas, historias y una creciente sensación de conexión entre los seis jóvenes. La magia del bosque de Émeraude había tejido sus hilos invisibles, uniendo sus destinos de una manera inesperada.