El templo antiguo se alzaba imponente, sus muros estaban cubiertos de enredaderas y símbolos arcanos que hablaban de un tiempo en que el conocimiento era venerado. Eon Valdrik, después de superar el Corazón de la Verdad y la Sombra del Pasado, se encontraba frente a la última prueba del Guardián del Conocimiento. El aire estaba cargado de expectación, y una luz tenue iluminaba el altar donde reposaba la tercera máscara, el símbolo de su próximo desafío.
"Esta es la Máscara del Destino", resonó la voz del Guardián, un eco profundo que parecía provenir de las paredes mismas del templo. "Para llevarla, debes enfrentar lo que está por venir y aceptar el camino que elegiste. Solo entonces podrás abrazar tu verdadero potencial."
Eon asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros. Las visiones del pasado aún danzaban en su mente: su madre, la Ciudad Helios, el caos desatado por las Dimensiones del Juicio. Pero ahora, era el momento de mirar hacia el futuro.
Con determinación, se acercó al altar y tomó la máscara en sus manos. Era de un material desconocido, una mezcla de sombras y luces que parecía moverse con vida propia. Al colocársela, la realidad a su alrededor comenzó a transformarse. El templo se desvaneció, y Eon se encontró en un paisaje desolado, una versión oscura y distorsionada de la Ciudad Helios.
Las calles estaban vacías, cubiertas de escombros y cenizas. La atmósfera era pesada, impregnada de desesperanza. De repente, visiones del futuro comenzaron a surgir ante él: una ciudad en llamas, figuras sombrías que emergían de la oscuridad, y, en el centro de todo, una versión de sí mismo, herido y abatido.
"¿Es esto mi destino?", se preguntó Eon, sintiendo un frío recorriendo su espalda. La desesperanza y la pérdida parecían tan reales, pero en su corazón, sabía que tenía el poder de cambiarlo.
Un susurro interrumpió sus pensamientos. Era el Guardián, cuyo rostro ahora se proyectaba como una figura etérea frente a él. "El destino no es un camino fijo, Eon. Es una serie de elecciones. Cada acción que tomas forja tu futuro. Debes decidir si te rindes ante la oscuridad o luchas por la luz."
Eon apretó los puños, recordando las palabras de Alaric y las luchas que ya había enfrentado. Tenía que seguir luchando, no solo por él, sino por todos los que dependían de él. "No me rendiré. No dejaré que este sea mi destino", declaró con firmeza.
El paisaje comenzó a cambiar. La ciudad en ruinas se transformó, mostrando fragmentos de recuerdos felices: su madre sonriendo, amigos compartiendo risas, momentos de alegría. Sin embargo, cada imagen era interrumpida por sombras amenazantes que intentaban devorarlas.
"Debes confrontar tus miedos y aceptarlos. Solo así podrás cambiar el rumbo de tu destino", instó el Guardián.
Eon sintió cómo el miedo comenzaba a apoderarse de él, pero en lugar de huir, decidió enfrentarlo. Las sombras representaban sus inseguridades, su duda, y su miedo a fracasar. Recordando su entrenamiento, reunió su fuerza y se lanzó hacia las sombras, desafiándolas con su luz interna.
Las sombras se retorcieron ante su determinación. Con cada paso, Eon se volvió más fuerte, recordando que era un salvador, que su misión era proteger a la Ciudad Helios y a aquellos que amaba. Con un grito de desafío, liberó una onda de energía que iluminó el paisaje, dispersando las sombras y revelando un camino claro hacia el futuro.
"¡Eso es! Ahora, acepta tu destino y elige el camino de la esperanza", animó el Guardián, su voz resonando con orgullo.
Eon sintió una oleada de poder recorrerlo. La máscara brillaba intensamente, fusionando su luz con la de su ser. De repente, se vio rodeado de figuras conocidas: sus amigos, sus aliados y aquellos que había perdido. Cada uno de ellos representaba una parte de su historia, un recordatorio de su lucha y su razón para seguir adelante.
"No estoy solo", se dio cuenta Eon, comprendiendo que su destino no estaba predeterminado, sino que se construía con cada decisión que tomaba y cada persona que elegía proteger. "Soy el Salvador, y mi camino está lleno de esperanza."
Con esa revelación, Eon levantó la vista hacia el horizonte, donde una nueva luz brillaba. La ciudad renacía, y con ella, su determinación de protegerla y liderar a su gente hacia un futuro mejor.
Al abrir los ojos, Eon se encontró de nuevo en el templo. La máscara del destino aún reposaba en sus manos, ahora con un brillo cálido. El Guardián sonrió, satisfecho. "Has superado la prueba. Aceptaste tu destino y comprendiste el poder de tus elecciones. La Máscara del Destino te otorgará la visión necesaria para guiar a otros y forjar un camino hacia la luz."
Eon sintió que un nuevo poder emanaba de él. Había aprendido a enfrentar su pasado y a abrazar su futuro. Era el Salvador que la Ciudad Helios necesitaba, y ahora tenía la sabiduría para liderar.
"Gracias", respondió Eon, sintiendo una renovada determinación. "No solo lucharé por mí, sino por todos los que dependen de mí."
Con una última mirada al Guardián, Eon salió del templo, listo para enfrentar lo que viniera. La Ciudad Helios lo esperaba, y con la Máscara del Destino, estaba preparado para cualquier desafío.