—¿Qué tratas de hacer? —reprendió ella, lanzándole una mirada fría de reojo.
—¿Qué quiero hacer? Claro que quiero hacerlo —Xiao Zheng asintió con despreocupación.
—¡Muérete! —Leng Ruobing arrojó su bolso contra él.
—¡Eh, eh, eh, justo ahora me llamabas dulcemente esposo, y ahora el estilo de la pintura ha cambiado drásticamente, un giro dramático! —Xiao Zheng se quejó con desagrado.
—Antes era para darte cara, para no ser humillado, dañando mi reputación como Leng Ruobing —dijo ella con una mirada helada antes de subirse al coche.
—Eh, esposa, ¿viste algo? Por eso en el momento crucial saliste; eres realmente mala —la boca de Xiao Zheng se torció, y dijo con una sonrisa que no era del todo una sonrisa.
Leng Ruobing lo ignoró.