Sin embargo, todos sabían que este no era el momento de molestar al doctor, así que ninguno habló.
¡Swish, swish, swish!
Las manos de Xiao Zheng se movían como el viento, agujas de plata volando desde la punta de sus dedos, perforando el cuerpo de Hua Haishan. Era como si una pequeña galaxia hubiera aparecido en el aire.
En un instante, Xiao Zheng había insertado un total de 265 agujas de plata en el cuerpo de Hua Haishan. Las colas de las agujas temblaban y brillaban con la luz, haciendo que Hua Haishan pareciera un erizo.
Zhu Liangfeng, al ver esto, exclamó admirado:
—¡Las habilidades de acupuntura de Xiao son realmente impresionantes! 265 agujas de plata, y cada una insertada con precisión en los puntos vitales del cuerpo.
Al escuchar esto, todos se sorprendieron ligeramente.