Ambos se sentían un poco incómodos, y Jiang Guosheng no pudo evitar preguntar:
—Old Hua, ¿quién exactamente es esta persona? No veo más que un joven impertinente. ¿Podría realmente tener algún gran trasfondo?
Con indignación, Hua Haishan dijo:
—¿Impertinente? Si él fuera llamado impertinente, entonces no habría nadie en este mundo que califique para ser llamado impertinente. ¿Sabes cuál es su nombre? ¡Xiao Zheng!
—¿Xiao Zheng?
Jiang Guosheng se sorprendió, el nombre sonaba vagamente familiar, y frunció el ceño, profundizando en sus recuerdos. De repente, un destello de comprensión lo golpeó, y exclamó con asombro:
—¿Es ese Xiao Zheng?
—Si no es ese Xiao Zheng, ¿entonces cuál Xiao Zheng podría ser? —respondió Hua Haishan airadamente.
Yuan Zhu, viendo las reacciones de Jiang Guosheng y Hua Haishan, estaba completamente confundida y preguntó:
—¿Quién es Xiao Zheng?
Se sintió un poco incómoda en su corazón.