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—¡Ella es... solo una niña!

—¿Cómo pueden amenazar a una niña así?

—Es despreciable.

—Este negocio sí que es de mala entraña.

Los curiosos que vieron esta escena empezaron a murmurar entre ellos, con expresiones de lástima en sus rostros.

Sin embargo, ninguno de ellos se detuvo para intervenir con el hombre fornido. Todos estaban cuidando de sus propios intereses.

Dentro del restaurante, esos pocos hombres corpulentos, que lucían feroces y amenazantes, tenían un aura de violencia que dejaba claro que estaban acostumbrados a pelear y no provocarlos.

—Cierren la puta boca, todos ustedes, o también los golpearé —rugió el hombre corpulento a la gente afuera de una manera muy dominante.

La multitud instantáneamente se quedó en silencio. El miedo era evidente en sus ojos. No se atrevían a provocar a esos brutos. Incluso algunos de los locales suspiraban en secreto. Sabían que el Restaurante Sabor a Camarón estaba respaldado por alguien poderoso.