Cenando con su familia

Aria luchaba por mantener los ojos abiertos, su visión se desdibujaba con cada momento que pasaba. Su cuerpo se sentía anormalmente pesado, como si la fuerza hubiera sido completamente drenada de sus extremidades. Cada parpadeo parecía más pesado que el anterior, y sus extremidades temblaban con una debilidad que la hacía sentir como si pudiera colapsar en cualquier momento. Cada paso que daba era una batalla contra la fatiga abrumadora. Se aferraba a las paredes en busca de apoyo, sus respiraciones eran superficiales y entrecortadas.

—Yo... necesito llegar a mi habitación —murmuró para sí misma, aunque su voz era tan débil que apenas se oía.

Logró arrastrarse hasta sus habitaciones y cerró la puerta detrás de ella. En el momento en que soltó el marco de la puerta, un dolor agudo y ardiente le disparó por el cuerpo. Se sentía como fuego surgiendo a través de sus venas, similar al tormento que a menudo sufría cuando un hechizo mágico fallaba durante la práctica.

—¡Ah!!!