—Aria, ¿por qué llevas un atuendo tan... inapropiado para el entrenamiento? —La voz de Helena era aguda, rebosante de ira apenas contenida. Su usual fachada calmada y pretenciosa se deslizó, exponiendo sus verdaderas emociones. Era claro que la vista de Aria la había llevado al límite. Su tono no llevaba nada de su dulzura acostumbrada, y la ira cruda detrás de su acusación dejaba claro que había olvidado momentáneamente mantener su fachada cuidadosamente elaborada de amabilidad.