Era Selene.
La misma chica arrogante de su grupo de prueba estaba en el centro de la habitación, rebuscando en un baúl de ropa lujosa como si fuera la dueña. El aire mismo parecía espesarse con la tensión en el momento en que sus ojos se encontraron.
El corazón de Aria se hundió. No. No puede ser.
Su mente corría mientras consideraba la terrible posibilidad, ¿era Selene su nueva compañera de cuarto?
Selene, notando su presencia, dejó de revolver sus pertenencias y levantó la mirada, sus ojos verde esmeralda brillando con irritación apenas contenida. Con un suspiro exagerado, colocó una prenda de seda de vuelta en el baúl y cruzó los brazos sobre su pecho.
Luego, con una expresión de puro desdén, siseó:
—Tú, perra, no me digas que me seguiste hasta aquí.
Aria frunció el ceño, su paciencia ya casi agotada. No entendía por qué esta chica tenía un problema con ella, por qué parecía odiarla con tanta intensidad, pero se negó a dejar que alguien como Selene la pisoteara.