—¿De qué demonios estás hablando? —Raymond se giró de repente, actuando como si no tuviera ni idea de lo que George intentaba decir.
Su expresión se volvió seria mientras clavaba la mirada directamente en los ojos de George, sin vacilar ni pestañear.
Raymond sabía que tenía que hacerse el tonto, actuar como si no estuviera al tanto de lo que George pudiera estar insinuando. Era la mejor manera de salir rápidamente de esa conversación.
—Tengo la sensación de que sabes perfectamente a lo que me refiero —dijo George, alzando una ceja y negándose a creer el repentino teatro de Raymond—. Escuché a Julie mencionando que ustedes dos deberían darse un espacio. ¿A qué se refería?
Raymond balbuceó en busca de palabras, buscando una excusa. —No, no. Debes haber entendido mal. Julie no estaba hablando de espacio entre nosotros. Hablaba de los cuartos del jefe—ahí es donde ambos nos dirigimos ahora mismo.