Capítulo 115

Mona se sentó en un lujoso sillón de terciopelo en la sala de estar débilmente iluminada, la luz parpadeante de la chimenea lanzando sombras sobre su rostro severo.

Sus dedos tamborileaban rítmicamente en el reposabrazos mientras esperaba un informe.

El repentino sonido de pasos apresurados rompió el silencio, y uno de sus lealistas más confiables irrumpió en la habitación.

Su pecho subía y bajaba con respiraciones rápidas, y sus ojos miraban nerviosamente alrededor.

El ceño de Mona se acentuó al sentarse erguida. —¿Qué está pasando y por qué actúas tan tenso? —exigió, su tono agudo e implacable.

El hombre dudó, sus manos jugueteaban nerviosamente. —Lo siento, señora. Es solo que... las cosas han tomado un giro inesperado —dijo, con la voz temblorosa.

—¿A qué te refieres con tus palabras? —preguntó Mona, entrecerrando los ojos mientras se inclinaba hacia adelante. Su mirada lo perforó, haciendo que el hombre se moviera incómodo.