—Eduardo —contestó Derrick con una voz cortante—. Más te vale que sea algo bueno.
—Lo es —replicó Eduardo, su tono lleno de una satisfacción presumida—. Encontramos a alguien. Un hechicero.
—¿Un hechicero? —Los dedos de Derrick se apretaron alrededor del teléfono—. ¿Un hechicero?
—Sí. Uno de verdad. No solo una vieja embustera tirando huesos y pretendiendo leer el futuro. Este puede rastrear personas. Puede encontrar a Kimberly.
—¿Y estás seguro de esto? —Derrick se inclinó hacia delante, interés brillando en sus ojos.
—Ha trabajado para mí antes —dijo Eduardo—. Le hice encontrar a alguien que traicionó a mi manada. Me llevó directamente hasta ellos. Tuve el placer de verlos rogar por misericordia antes de desgarrarlos —Eduardo rió oscuramente.
—¿Dónde está este hechicero? —preguntó Derrick después de un momento de silencio.
—En la aldea abandonada cerca de la frontera de Darkwood —contestó Eduardo—. Conoces el lugar. El que las brujas usaban antes de que fueran aniquiladas.