Kimberly se sintió sin peso.
Flotaba, aunque sus pies tocaban tierra firme. Un extraño resplandor la rodeaba, parpadeando como llamas, pero frío como hielo.
El mundo que la rodeaba era de antiguas columnas de piedra masivas, cubiertas de símbolos brillantes, que se extendían hacia el cielo infinito.
El aire estaba cargado de susurros, voces que hablaban en un idioma que jamás había escuchado, y sin embargo…
Ella comprendía cada palabra.
—Hija de la sangre olvidada, ha llegado el momento —dijo una voz.
Kimberly se giró, buscando la fuente de la voz.
Las sombras se movieron, y de ellas surgieron figuras envueltas en largas túnicas, sus rostros ocultos bajo capuchas profundas.
Se pararon en círculo, sus voces fusionándose en una mientras hablaban.
—Tu camino ha sido fijado. Tus poderes despiertan. Pero el poder sin control es destrucción.
La respiración de Kimberly se entrecortó.
—No… no entiendo —susurró, avanzando—. ¿Qué se supone que debo hacer?