Delilah Woods escuchó estas palabras, bajó la mirada ligeramente y miró a la pequeña muñeca de ginseng aleteando ante ella. Permaneció en silencio durante un largo rato, finalmente mordiéndose el labio, su voz temblando suavemente.
—Elijo la segunda opción.
Después de pronunciar estas palabras, Delilah pareció perder toda su fuerza, su cuerpo balanceándose suavemente. Mientras miraba al confundido niño fantasma ante ella, las lágrimas se deslizaron incontrolablemente por su rostro nuevamente.
—Lo siento... yo... no quiero renunciar a ti...
Pero ella solo tenía dieciocho años.
Todavía le quedaba una larga vida por delante.
Si conservaba a este pequeño fantasma, nunca olvidaría el dolor que Micah Quigley le había causado.
Quería un nuevo comienzo.
Quería una vida sin Micah.
—Pequeño, lo siento, mamá no puede quedarte, lo siento, lo siento... sollozo, sollozo...
Al final, Delilah ya estaba sollozando incontrolablemente.