Ren comenzó a moverse entre los grupos dormidos con una confianza creciente.
Sus ojos se habían adaptado a la penumbra, permitiéndole distinguir sutiles variaciones en la oscuridad que otros podrían pasar por alto.
El tiempo era esencial, corría el riesgo de que el macho bloqueara la salida antes de lo esperado si se demoraba.
Cada segundo debía utilizarse eficientemente.
Trabajó de manera metódica, moviéndose de grupo en grupo. Cada piel era cuidadosamente enrollada, ligera pero voluminosa, requiriendo una optimización cuidadosa del espacio en su mochila.
—Cincuenta... setenta y cinco... —murmuraba mientras contaba.
Las pieles se acumulaban en su mochila, ocupando un espacio considerable a pesar de su peso insignificante. Diez kilos de material no parecían mucho, pero el volumen se estaba convirtiendo en un desafío. Cada nueva adición requería un reposicionamiento cuidadoso de las demás.
—Noventa y uno, noventa y dos... —susurró, inquieto por la urgencia del tiempo.