—Última advertencia —la voz adquirió un tono más amenazante.
—Baja tus alas, Zhao. O veremos cuánto tiempo pueden sobrevivir estos niños cuando la tienda caiga y los Acechadores entren en su frenesí alimenticio.
El sonido sobre sus cabezas era ahora ensordecedor, docenas, quizás cientos de Acechadores Sombríos golpeando contra la protección, hambrientos, enloquecidos, esperando. Su frenesí colectivo creaba una sinfonía de perdición inminente que hacía temblar incluso a los estudiantes más valientes.
Las figuras cubiertas de tela negra permanecían en las entradas de la tienda, creando una sensación de asedio silencioso. Su presencia sola parecía hacer el aire más pesado, más opresivo, como si la misma oscuridad hubiera tomado forma física.