El viento se intensificó mientras el aura violeta del mercenario crecía. Ya no intentaba esconder su conexión con el abismo, cada latido de sus mutaciones hacía temblar la tierra con más fuerza.
Ignatius concentró todo su poder, las llamas doradas de su fénix alcanzando una intensidad cegadora mientras se preparaba para su ataque más poderoso. El calor era tan intenso que los árboles circundantes comenzaron a marchitarse, sus hojas rizándose y ennegreciéndose.
Tenía que detenerlo como fuera.
Yin había encontrado una manera de navegar los 500 metros del abismo. El espacio donde sólo reinaban las criaturas abisales. Pero si el mercenario había hecho el primer mapa...
Entonces quizás todavía podría destruirse antes de que otros siguieran su camino.
Ignatius liberó todo su poder en una ola de fuego dorado.
Por un momento, el campo de batalla se transformó en un infierno de luz y calor mientras ambas fuerzas luchaban por la supremacía.