La caravana avanzaba a un paso constante, levantando nubes de polvo que brillaban doradas bajo el sol de media mañana. Las ruedas chirriaban rítmicamente contra la tierra apisonada, proporcionando un trasfondo constante a las conversaciones del interior.
Los estudiantes se habían distribuido naturalmente entre los diferentes vehículos, agrupándose de acuerdo a las afinidades y alianzas.
En uno de los carruajes, Klein Goldcrest observaba con una expresión sombría. El paisaje pasaba ante sus ojos sin que realmente lo viera, su mente atrapada en un ciclo de frustración y resentimiento que apretaba su mandíbula y fruncía su ceño.
—¿Todavía pensando en tu hermano? —preguntó Astor en voz baja, sentado frente a él.
Klein apenas se dignó a responder con un gruñido. Su león se manifestó brevemente en su cabello y boca, reflejando su agitación interna.