La oficina del director había perdido su aura característica de dignidad formal.
En el centro, el Director Ignacio permanecía sentado. Su rostro, normalmente sereno y autoritario, mostraba el cansancio de alguien que había mirado a la muerte directamente a los ojos.
Su fénix estaba parcialmente manifestado, tanto por instinto defensivo como por la necesidad de acelerar su propia curación.
Pero era la ausencia de curación lo que resultaba más impactante. Donde debería haber estado su pierna izquierda, solo quedaba un espacio vacío debajo de la tela cuidadosamente doblada de sus pantalones.
La legendaria regeneración de su bestia específica le permitiría recuperar la pierna eventualmente, pero los atacantes habían asegurado su destrucción a un grado excesivo, más allá de lo que incluso un fénix podría reparar rápidamente.