La tensión era casi palpable, cada soldado evaluando a sus contrapartes con miradas cautelosas, midiendo fuerzas, anticipando posibles agresiones.
Dentro de la tienda, la discusión ya estaba avanzada. Una mesa circular, otro símbolo de igualdad ficticia, dividía perfectamente las delegaciones. En un lado, Kharzan y sus cuatro recién llegados; en el otro, Julio, Sirius, Selphira, Ignatius, y Arturo. Víctor había permanecido en la academia, supervisando a los detenidos y manteniendo una línea de defensa adicional.
—Déjame ver si he entendido correctamente. —dijo Kharzan, apoyando ambas manos sobre la mesa con tranquilidad fingida—. ¿Intentas devolverme solo a uno de ellos?
Julio y Sirius asintieron simultáneamente, manteniendo expresiones impasibles.