Selphira condujo a Ren por los pasillos, alejándose del tráfico habitual de estudiantes hasta que llegaron a una pequeña sala de reuniones privada.
El espacio estaba amueblado con una mesa de madera oscura, dos sillas de respaldo alto y una chimenea apagada cuyas brasas hacía tiempo que se habían enfriado. Las paredes estaban cubiertas con intrincados patrones rúnicos que Ren entendía a través de su flujo de mana, encantamientos de privacidad sofisticados que asegurarían que su conversación permaneciera completamente confidencial.
—Toma asiento —ordenó Selphira, su voz manteniendo la formalidad que Ren esperaba, aunque detectó una corriente subyacente de algo más... ¿Quizás curiosidad? ¿Preocupación?
Una vez que estuvieron acomodados, la anciana Ashenway fue directo al grano, sorprendiendo a Ren con su primera pregunta.