—Cuando era pequeño, siempre pensé que mi padre y mi madre disfrutaban de armonía matrimonial. Aunque aquel hombre estuviera rodeado de bellezas todo el tiempo, había tratado a mi madre con civilidad y respeto —eso fue antes de que aprendiera la naturaleza mentirosa de aquel hombre. Las cosas se volvieron mucho más claras después de que mi madre muriera, mi familia materna fuera masacrada, y los pocos que quedaron de la familia otrora próspera fueron desterrados a las tierras fronterizas. Fue irónico que solo cuando las cosas se desarrollaron hasta ese punto, mientras yo estaba encarcelado en mi lujosa jaula de un palacio, y lentamente envenenado de forma crónica, las cosas eran dolorosamente simples: había confiado en la persona equivocada. Lo odié entonces, y tuve la noción de que me había deshecho de la llamada benevolencia.