Sin ningún signo de culpa o miedo, —Ke Cang Ju— trajo a sus discípulos y apareció ante el salón principal.
Bastó una mirada para que los otros Ancianos casi saltaran de la ira. Si no hubiera sido por la presencia de Qin Yue, podrían haberse lanzado contra Ke Cang Ju y despellejarlo vivo.
—Anciano Ke, hay algo de lo que necesitamos hablar hoy. Despide a tus discípulos de aquí —dijo Qin Yue, después de aclararse la garganta. Pensó que Ke Cang Ju se estaba pasando cada vez más con sus acciones. ¿Por qué traería discípulos a una reunión entre el Soberano y los Ancianos?
—Ke Cang Ju —respondió despreocupadamente—. No hay nada que no puedan oír, y puesto que el Soberano pidió mi presencia, aquí estoy. En cuanto a si traigo a mis discípulos, eso no debería molestar a nuestro Soberano.
Con su respuesta arrogante, los rostros de los otros Ancianos se tornaron de un tono púrpura e incluso Qin Yue estaba visiblemente enojado.