Sexta Bofetada (9)

Los ojos inyectados en sangre de Qin Yue estaban mirando fijamente a Jun Wu Xie, llenos de odio y dolor. Nadie podía imaginar la agonía que estaba sintiendo. No podía moverse y el dolor intenso desgarraba su cuerpo interminablemente, casi llevándolo a la locura.

Nunca habría adivinado que tal tormento inhumano podría ser infligido en el cuerpo humano.

Se sentía como si millones de hormigas estuvieran royendo sus huesos, poco a poco, y su carne se desintegraba junto con los huesos. En ese momento, el único deseo de Qin Yue era que la muerte lo reclamara rápidamente.

¡El dolor sentido bajo la tortura de la serpiente ósea de dos cabezas no era en absoluto comparable a la agonía inimaginable que sentía en ese momento!

Había sentido desmayarse varias veces durante su calvario, pero las agujas de plata clavadas en él lo mantenían consciente y no le permitían ningún alivio.