Una marca

La noche era oscura y fría, especialmente en un hospital. Nina estaba sentada en el suelo, fuera de una habitación. El personal le permitió quedarse ahí por un momento. El cansancio pesaba en sus músculos, pero no podía dormir. Su madre estaba en la habitación contigua, respirando con dificultad. Cada sonido que hacía le recordaba que el tiempo no estaba a su favor. Algunas cosas eran inevitables, pero no quería derrumbarse. Su padre le había enseñado eso y mientras ellos aún estuvieran, ella seguiría intentándolo.

Mientras tanto afuera, el cielo se partió en dos. Un eco resonó en el aire, una presión invisible que hizo que la gente se quedara quieta, como si un depredador hubiera entrado en su territorio. El suelo comenzó a retumbar. Nina se levantó, su mente inundada de pensamientos. Se apresuró a entrar en la habitación de su madre, y en ese instante, el temblor se detuvo.

No hubo aviso ni señales previas. Solo una presencia. No en el cielo, sino en todas partes, como si el mismo mundo estuviera hablando. Una voz resonó en la mente de cada persona, profunda y serena, con el peso de milenios en sus palabras.

—Felicidades, habitantes de este mundo. Han sido elegidos para formar parte de la Gran Elección, el evento más trascendental en la historia de la existencia— La voz no contenía emoción, pero tampoco hostilidad. Solo certeza.

—No tienen que preocuparse, nosotros nos encargaremos de todo. Sus mejores guerreros ya han sido seleccionados. Aquellos con el potencial de trascender, de demostrar su valía ante el orden supremo. La oportunidad de alcanzar lo inimaginable yace ante ustedes.

Las palabras calaban hondo, no solo por su significado, sino por la sensación que las acompañaba. Como si una verdad innegable se hubiera impuesto en sus almas.

Un calor punzante comenzó a concentrarse en el dorso de la mano de Nina. Era una sensación extraña, como si algo ardiera desde dentro sin llegar a quemar.

Entonces, la marca comenzó a formarse. Primero, un tenue resplandor emergió desde la piel misma, como si la luz estuviera atrapada bajo la superficie. Pequeñas líneas se dibujaron con precisión, extendiéndose con un brillo dorado y carmesí. Los trazos eran finos pero definidos, entrelazándose hasta formar un emblema único. Cuando el resplandor finalmente se disipó, la marca quedó impresa en su piel.

Antes de que Nina pudiera reaccionar, la realidad a su alrededor se fragmentó. No hubo transición ni un cambio gradual. En un parpadeo, ya no estaba en el hospital.

Ahora se encontraba en un espacio inmenso, una arena esculpida en piedra blanca. A su alrededor, docenas de personas aparecían de la nada, desorientadas y confundidas. El cielo, si es que aquello podía llamarse así, era de un color nunca antes visto, una mezcla de negro profundo con destellos dorados.

Frente a ellos, unos seres los observaban. No parecían humanos, pero tampoco monstruos. Eran figuras altas y etéreas, con cuerpos cubiertos de símbolos luminosos que cambiaban con cada parpadeo. Sus rostros eran indistintos, como si la mente se negara a recordar cómo lucían.

Uno de ellos habló de nuevo.

—Sean bienvenidos. Ustedes son los elegidos, lucharán en este torneo hasta que solo queden los más fuertes. La victoria les otorgará lo que más desean. El fracaso… no será tolerado.

Nadie preguntó a que se refería con lo último, nadie se atrevió a emitir un sonido.

Cuando aquellas entidades superiores terminaron de hablar, el aire pareció vibrar con su partida. Sus figuras se deshicieron en un resplandor cegador, como si nunca hubieran pertenecido a ese lugar. Pero su presencia seguía impregnada en el ambiente, dejando tras de sí una sensación de incertidumbre y tensión.

Nina mantuvo la vista al frente, su expresión seria e inmutable. Sin embargo, en su interior, la inquietud se agitaba como un mar revuelto.

De pronto, una voz resonó en su mente, clara y sin origen.

—Bienvenidos a la Gran Elección. El torneo dará inicio en tres días. Se establecerán los equipos bajo las reglas del sistema. Todos los participantes deben someterse a la vinculación.

Antes de que pudiera asimilar esas palabras, una luz cálida envolvió el lugar. Nina sintió un cosquilleo en la piel, una sensación extraña que comenzaba en su pecho y se extendía hasta su mano. Su mirada descendió justo a tiempo para ver cómo un resplandor dorado tomaba forma sobre su piel, una especie de hilo que la rodeaba.

El ardor fue leve al principio, pero luego se intensificó. Como si algo se estuviera grabando en su cuerpo, algo que no podía rechazar.

—Emparejamiento exitoso.

La voz mecánica sonó fría y distante, pero lo que dejó tras de sí fue innegable.

Nina sintió la presencia de alguien más, no físicamente, sino en un nivel más profundo. Aquel hilo la unía a otra persona de una manera desconocida, una sensación ajena pero imposible de ignorar. Su mano se crispó por instinto, el reflejo de alguien que no estaba acostumbrado a compartir su espacio con nadie.

Alzó la mirada y su expresión se endureció, no necesitaba confirmarlo. Del otro lado había un hombre de cabello oscuro y ligeramente despeinado, ojos afilados y fríos con un brillo intrigante, tenía un porte aristocrático, con una postura relajada pero imponente. Nina desvió la mirada cuando notó su expresión, una que detonaba una evaluación fría y calculadora, como si estuviera analizando si vale la pena o no.

Apretó los labios, tratando de ignorar la incomodidad, sintiendo aquella conexión latente entre ellos. No era opresiva, pero estaba ahí, persistente.

—Las reglas son simples. Lucharás, sobrevivirás y te fortalecerás, absolutamente todos participaran. Cada equipo compartirá destino en la competencia. Si uno cae, ambos caerán.

Las palabras del sistema resonaron en su mente como una sentencia inquebrantable. No le gustaba depender de nadie. Nunca lo había hecho. Pero ahora, su destino estaba atado a otra persona, un completo desconocido.

A su alrededor, la gente murmuraba. Algunos estaban alterados, otros intentaban encontrar explicaciones. Mirando a su alrededor, Nina notó que todos eran jóvenes. No había niños ni personas mayores.

¿Entonces solo eligieron a personas dentro de un rango de edad?— Pensó.

De pronto, una pantalla apareció frente a ella, ahí estaba su nombre y datos.

—Un gusto trabajar contigo, Nina. A partir de ahora yo seré tu asistente, resolveré tus dudas con respecto al torneo. Te recomiendo estar bien informada sobre las reglas.

Era la misma voz de antes, parecía que solo ella podía ver y escuchar a su asistente. Todos los demás tenían la misma postura que ella, así que podía suponer que era algo personal. Intentando probar y obtener respuestas Nina se atrevió a preguntar.

—Dime, ¿de qué se trata exactamente este torneo? Esos seres aparecieron de la nada y ahora tenemos que participar obligatoriamente.

—Claro déjame explicarte, cada cierto tiempo, un universo es elegido al azar y dentro de él, un planeta es seleccionado para llevar a cabo el torneo. Los Superiores les están dando la oportunidad de su vida. Si logran ganar, podrán trascender y convertirse en seres superiores, además de poder cumplir su deseo. Sin embargo, los Superiores son estrictos al otorgar este regalo. Por eso hay reglas que no deben romperse, estas son fáciles de entender así que no habrá malentendidos.

Nina escuchó atentamente. Algunas cosas tenían sentido, pero aún tenía preguntas.

—Sobre la recompensa o este regalo…

—Oye.

Una voz grave la interrumpió. Al girarse, vio al hombre con quien había sido emparejada.

—Ah… hola.

—¿Cuáles son tus habilidades?

Su tono era seco y directo. Nina notó su falta de cortesía, pero la ignoró. Lo importante es que había dicho algo interesante. Bajó la mirada a la pantalla buscando.

—Escudo y…

—Puedes mostrarme no tienes que decirlo.

Nina frunció el ceño. —¿Cómo iba a saberlo? ¿Se suponía que debía manejar esto en solo veinte minutos?— Aún así se calmo.

—También quiero ver las tuyas.— Si él podía exigir, ella también. Quizá así entendería cómo hacerlo.

Él la observó en silencio. Su expresión no cambió, pero tras un breve instante de evaluación, presionó algo en su pantalla. Frente a ella apareció su información detallada.

¡Pero no ví que tocó!— Nina no tenía idea de cómo replicarlo, pero no pensaba quedarse atrás.

—Muéstrale mis habilidades y datos referentes.— Le ordenó a la asistente. Si decía algo incorrecto sería vergonzoso, pero por suerte, esta obedeció. En un segundo, su información quedó expuesta ante él, al mismo tiempo que ella revisaba la suya.

Los ojos de Nina recorrieron la pantalla con rapidez. Aquel hombre se llamaba Alistair Grosvenor, su habilidad se llamaba "Impacto Absoluto", una técnica ofensiva del rango más alto según su descripción. Sus estadísticas también eran impresionantes centradas en el poder ofensivo. Además parecía alguien importante ¿Su posición tenía algo que ver con esto?

—Lo sabía.

Sus palabras sonaron como una sentencia. Cerró la pantalla.

—Tú no puedes ser mi compañera.

Su tono era frio y directo.

—Oye, asistente, ¿hay manera de cambiar?

Un instante de silencio. Luego, un suspiro corto. La respuesta debía haber sido negativa, porque Alistair no dijo nada más, simplemente se giró y se alejó con un visible rastro de cansancio.

Nina lo observó sin moverse. No la había insultado directamente, pero siempre había sido rechazada y esta no era la excepción.

—Como si yo hubiera elegido ser tu compañera. Por mí, ve y busca a alguien más.— Le grito

No sabía si la había escuchado, pero no importaba. Lo consideraba molesto. Pero al mismo tiempo, después de ver su información… lo entendió.