Capitulo 3: El tiempo pasa

Las horas seguían consumiéndose, el sol comenzaba a ocultarse y la preocupación del grupo incrementaba con el paso de los minutos. Todos seguían sentados intentando llamar a sus padres, pero los intentos eran inútiles.

A Santiago se le caían las lágrimas. —No puede ser, no podemos estar pasando esto.

Rocío lo miró a Seba irónicamente. —¿No pasaba esto en las películas solamente?

Seba recibió la respuesta, suspiró y miró hacia la ventana sin decir ni una sola palabra.

—No vinieron nuestros papás. —Bianca se mordió los dientes—. ¿Ahora qué vamos a hacer?

—Al parecer pasaremos la noche en el salón. —Aaron miró a todos.

—Al parecer así es. —exclamó Juliana.

Al caer la noche, todos empezaron a organizarse para dormir, agarrando sus mochilas y camperas para acomodarse.

—¡Mierda! —gritó Oliviana en voz baja.

—¿Qué te pasa? —preguntó Camila mientras acomodaba sus cosas para dormir.

—Mi celular, —dijo con tono de lamento, haciendo una mueca de fastidio con los ojos—, se está quedando sin batería.

Bianca interrumpió. —A decir verdad, no nos dimos cuenta y usamos demasiado el celu. Yo también tengo poca batería.

Seba, sentado en una esquina sin acomodar nada de sus cosas, parecía desmotivado o cansado.

—Cuiden sus baterías, podrían ser más útiles que ahora. —dijo Seba mirando hacia la ventana.

La oscuridad era aterradora y los gemidos de los infectados resonaban en todo el edificio, con rasguños y golpes erráticos acechando alrededor. Haciendo caso de lo que dijo Seba, el grupo apagó sus celulares e intentó dormir, aunque los infectados lo hacían muy difícil.

Todos lograron dormir un poco, menos Seba, que seguía sentado en una esquina, mirando hacia la vasta oscuridad, la luna y el cielo despejado. En algunas ocasiones desviaba la mirada hacia el suelo. Giró la cabeza para mirar a sus compañeros y vio a Camila intentando acomodarse mejor, cuando ella también lo miró.

No parecía haber incomodidad por parte de los dos, solo miradas de entendimiento por lo que estaban pasando. No salió ni una sola palabra, solo una leve sonrisa por parte de ambos. Luego, en ese instante, Camila se dio la vuelta y siguió durmiendo.

Todo parecía estar calmado a pesar de todo, la noche parecía no terminar nunca. Todos estaban durmiendo, incluso el profesor, pero Seba no conseguía el sueño.

El sol empezaba a salir y todos comenzaron a despertar, frotándose los ojos y tratando de acomodarse el pelo.

—Buenos días, —dijo Santiago con voz ronca y adormilada.

Se miraron todos, como si lo que vivieron el día anterior fuera parte de su imaginación. Pero todo era real y seguían atrapados.

—Por un momento pensé que todo era un sueño. —dijo Lauty tronándose los dedos.

El profesor, después de un rato, despertó, pero no les dijo nada al resto de los estudiantes. Parecía muy pálido y con los ojos rojos, pero nadie lo notó.

—Tengo muy poca batería, —dijo Aaron mirando su celular—. ¡Dios!

Todos empezaban a notarse cansados, con ganas de ir al baño y comer algo, pero nadie podía salir del salón.

Mientras todos hablaban de las ganas que tenían de salir del salón, Seba seguía en una esquina sentado sin decir una sola palabra.

—Hey, Seba, ¿estás bien? —Lucas se acercó.

—Lauti, ¿sabes qué le pasa a Seba? —preguntó Santiago en la otra esquina en voz baja. —No dijo ni una sola palabra desde que nos levantamos.

Lautaro lo miró de reojo. —No sé, pero Seba no debe estar bien, con todo lo que está pasando.

—Todos estamos así. —interrumpió Rocío.

—La situación nos pasó por encima a todos. —acompañó Bianca.

Justo cuando estaban hablando, escucharon al profesor Gómez que estaba hablando de forma extraña, como si estuviese delirando.

—¡No, no, no, no! —eran las palabras de este.

Santiago miró al profesor. —Parece que el profe está más cagado que nosotros.

—Algo le está pasando, él no era así. —comentó Rocío mientras cruzaba los brazos—. Ayer no estaba así.

Mientras los comportamientos de Gómez se hacían cada vez más raros, Seba seguía sin hablar, y el grupo sospechaba cada vez más de lo que estaba pasando.

Mientras una pequeña grieta empezaba a asomarse...