Elena se sentó lentamente, su cuerpo tenso como un resorte. Sus ojos iban de Sebastian a
Lorenzo, tratando de descifrar el enigma que la rodeaba.
—Habla de una vez —ordenó, su voz cargada de frustración.
Lorenzo tomó asiento frente a ella y dejó escapar un suspiro, como si estuviera decidiendo por
dónde empezar.
—Tu padre y yo… teníamos negocios juntos. Negocios que no siempre fueron limpios —
comenzó—. Cuando todo se vino abajo, él tomó una decisión que afectó más de lo que pensaba.
Elena entrecerró los ojos. —¿Qué clase de negocios?
Sebastian intervino antes de que Lorenzo pudiera responder. —Tu padre me debía una cantidad
considerable de dinero. Pero en lugar de pagarlo, hizo algo mucho peor: apostó con algo que no le
pertenecía.
Elena sintió que la sangre se le helaba. —¿De qué estás hablando?
Sebastian se inclinó sobre la mesa y la miró directamente a los ojos. —Te apostó a ti, Elena. Como
garantía de pago.
Elena se puso de pie de golpe, su respiración agitada, su pecho subiendo y bajando rápidamente.
Su mente se negó a procesar lo que acababa de escuchar. —Eso… eso no tiene sentido. Mi padre
jamás haría algo así —susurró, sintiendo cómo la desesperación la envolvía.
Lorenzo la observó con expresión sombría. —Lo hizo. Y cuando perdió, huyó antes de que
pudiera enfrentarse a las consecuencias.
Elena sintió un mareo repentino. Todo su mundo se tambaleaba. Su padre, aquel hombre que
siempre había visto como su protector, ¿la había entregado como si fuera un simple objeto? Miró
a Sebastian, buscando una señal de mentira en su rostro. Pero lo único que encontró fue certeza.
—¿Por qué me lo dices ahora? —preguntó con la voz quebrada.
Sebastian apoyó los codos sobre la mesa, sin apartar la mirada de ella. —Porque ha llegado el
momento de que decidas, Elena. Puedes seguir peleando contra lo inevitable… o aceptar la verdad
y encontrar tu lugar en todo esto.
Elena sintió que la habitación giraba. No sabía qué la aterraba más: la traición de su padre, el
poder que Sebastian tenía sobre ella… o el hecho de que, en el fondo, una parte de ella quería
descubrir hasta dónde llegaba ese juego peligroso. Y si aún le quedaba una salida.