Elena no podía apartar la vista del nombre impreso en la última página del informe. Era un nombre que nunca habría esperado ver vinculado a la traición de su padre. Se quedó paralizada, mientras Sebastián cerraba el documento con un chasquido seco y lo dejaba sobre la mesa.
—Necesitamos confirmar esto —dijo con voz grave.
Elena asintió, pero su mente seguía atrapada en el torbellino de revelaciones. Se frotó las sienes,
sintiendo el peso de todo lo que estaba pasando. Sabía que no podía permitirse flaquear ahora,
pero la verdad la golpeaba con fuerza. —No entiendo… ¿Por qué alguien tan poderoso se
involucraría con Lorenzo? —murmuró, más para sí misma que para Sebastian.
Sebastian se inclinó hacia ella, su mirada intensa. —Porque el poder nunca es suficiente para los
que ya lo tienen. Siempre quieren más. Elena sintió que su corazón latía con fuerza. Por primera
vez, no se sentía sola en esta batalla. Por primera vez, tenía a alguien que entendía lo que estaba en
juego, que no la trataba como una víctima, sino como una igual.
Sebastian se levantó y caminó hacia la ventana, observando la noche con una expresión tensa.
—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Lorenzo no es estúpido. Si sospecha que fuiste tú
quien estuvo en esa oficina, vendrá por ti.
Elena tragó saliva y se abrazó a sí misma. Sabía que tenía razón, pero en ese momento, su cuerpo
pedía descanso. Necesitaba un respiro, aunque fuera solo por unas horas.
Sebastian pareció notar su agotamiento y suavizó su expresión. —Toma una ducha, descansa un
poco. Mañana pensaremos en los próximos pasos.
Elena lo miró fijamente. No estaba acostumbrada a recibir consideración de parte de Sebastian
Vaughn. Su relación siempre había sido un juego de control, una constante batalla por ver quién
se doblegaba primero.
—¿Desde cuándo te preocupas por mi descanso? —preguntó con una media sonrisa, intentando
aligerar la tensión.
Sebastian se giró lentamente, su sonrisa apenas visible en la penumbra de la habitación. —Desde
que me di cuenta de que eres más fuerte de lo que aparentas —susurró.
Elena sintió un extraño calor en el pecho ante sus palabras. No quería dejarse llevar por lo que
fuera que estaba naciendo entre ellos, pero era innegable que algo estaba cambiando. Sin decir
nada más, se levantó y caminó hacia la habitación que él le había asignado. Cerró la puerta detrás
de ella y apoyó la frente contra la madera. Sebastian Vaughn era peligroso, no solo por lo que
representaba en su vida… sino por lo que estaba empezando a hacerle sentir.