¡La intención asesina desbordaba entre Jing Yan y Qian Zhen!
Cada uno sostenía una espada larga, mirándose fijamente con determinación.
—Te subestimé, chico, te has mantenido bien oculto —dijo Qian Zhen con voz grave y retumbante.
Parecía calmado por fuera, pero por dentro era todo lo contrario.
Qian Zhen podía sentir que Jing Yan aún no había entrado en el Reino Espíritu Dao. Sin embargo, la fuerza que Jing Yan mostraba era anormalmente formidable, algo que Qian Zhen no lograba comprender.
—Qué ridículo, ¿cuándo me he ocultado? —dijo Jing Yan con una mueca de desprecio, sacudiendo la cabeza con desdén.
—¡Muchacho, no te hagas el arrogante! ¡Si este es el límite de tu fuerza, entonces hoy ciertamente morirás! —gritó Qian Zhen.
—¡Shh!
Tras eso, una ola de fluctuaciones de Energía Primordial irradió alrededor de su cuerpo.