Natalia, fingiendo estar inconsciente, de repente sintió que le agarraban la garganta. Instintivamente, levantó las manos para apartar a Emma.
Sin embargo, Emma se negó a soltarla, inmovilizando las manos de Natalia como si estuviera desahogando toda su furia.
—¡Todo esto es tu culpa! ¡Me dijiste que Selina te acosaba todos los días! ¡Dijiste que te robó el prometido! Por eso quise ayudarte a vengarte. ¡Pero resulta que me estuviste mintiendo todo el tiempo, tú eres la amante desvergonzada!
—¡Tu madre era una amante, y tú también lo eres! ¡Las amantes son repugnantes! ¡No te bastó con incriminar a Selina, ahora me has arrastrado contigo!
—¡Suéltame! ¡Emma, suéltame! —gritó Natalia, tosiendo incontrolablemente mientras las lágrimas corrían por su rostro.
—¡Te haré pagar por engañarme! ¡Tú eres quien merece ser expulsada! —gritó Emma, ahora histérica.
Agarró la cabeza de Natalia y la abofeteó repetidamente, dejándole el rostro hinchado en cuestión de momentos.