Silencio.
El único sonido en la pista de carreras era el silbido del viento.
Vivian estaba furiosa. ¡Esa pequeña bestia había parecido tan dócil hace unos momentos... quién hubiera imaginado que tendría un temperamento tan ardiente!
Para empeorar las cosas, Selina estaba allí burlándose de ella. El rostro de Vivian se tornó rojo, luego blanco, humillada como nunca antes.
—Vivian, ¿estás herida? —preguntó Dylan.
Dylan corrió a ayudarla a levantarse, mirando venenosamente al caballo.
—¡Esta bestia se atrevió a lastimarte! ¡Haré que alguien lo mate inmediatamente para compensarte!
Los demás rápidamente se unieron, ansiosos por aplacar a Vivian.
—Sí, sí, todo es culpa del caballo. Es demasiado temperamental para quedarse en la pista de carreras.
—Vivian es alguien de alto estatus. Debería haber sido un honor para el caballo llevarla, y sin embargo actuó tan ingrato.
La ira de Vivian disminuyó ligeramente mientras recuperaba la compostura. Con el rostro aún sombrío, espetó: