Menos mal que conoces tu lugar

—Ya que reconoces que ella es tu cuñada, Vivian, ¿qué te hace pensar que tú, una hija adoptada, puedes compararte con mi Señora Reid? —el tono de Logan era indiferente—. O mejor dicho, ¿quién te dio la confianza para creer que vales 1.9 mil millones?

...

El probador quedó en un silencio atónito.

Las lágrimas de Vivian se aferraban a sus pestañas, su rostro enrojecido por la vergüenza.

—Logan, ¿cómo puedes decir eso de mí...?

Logan observó cómo sus lágrimas goteaban sobre el brazalete. Normalmente, una escena así —una bella mujer llorando delicadamente— podría ser conmovedora. Pero para él, no era más que repugnante.

Frunció ligeramente el ceño, luego se inclinó cerca del oído de Selina y murmuró suavemente:

—Joyas que alguien más ha usado, no las necesitamos.

La expresión de Vivian se congeló. «¡¿Logan realmente desprecia mis lágrimas?!»

—¿Por qué no? Vale 1.9 mil millones. ¿Puedes ayudarme a recuperarla, por favor? —dijo Selina parpadeando.