Nalgadas

Todo el décimo piso estaba en silencio—no había nadie allí.

Ubicado en el corazón de la ciudad, cada piso del Grupo Reid maximizaba su valor.

Sin embargo, el décimo piso no tenía oficinas ni empleados. En su lugar, se había transformado en un jardín privado.

Sintió como si hubiera entrado en un mar de rosas, su fragancia abrumando sus sentidos. Mientras Selina seguía el camino hacia adelante, de repente se detuvo en seco, como si hubiera despertado por un golpe en la cabeza.

Frente a ella había una ventana arqueada, distinta a las amplias ventanas del suelo al techo de otros pisos. Esta ventana tenía un marco de madera, que emanaba un encanto fresco y artístico. En su estrecho alféizar de veinte centímetros de ancho había un delicado jarrón.

Selina miró fijamente la escena frente a ella, y entonces, una súbita realización la golpeó—las palabras de aquella nota atravesaron su mente: