No es un cordero para el matadero

Estos diez bocetos de diseño, desde las pinceladas hasta la caligrafía, eran inconfundiblemente obra del reconocido diseñador Rowan.

El rostro de Riley se tornó visiblemente agrio.

A Selina no le importaba lo que estuvieran pensando. Sonrió lentamente.

—Lo siento, Señorita Nelson. No es que no aprecie su oferta, es solo que tengo una mejor opción.

—Después de todo, con Rowan a bordo, ¿quién le prestaría atención al Sr. Bryant?

El rostro de Mateo se puso rojo brillante, al borde de explotar, pero forzado a contenerse.

Quería discutir, pero lo peor era que Selina tenía razón.

Riley apretó los puños.

Quería negarlo, pero mirando de cerca los bocetos, lo sabía: estos eran de Rowan.

Pero ¿por qué? Alguien tan inalcanzable como Rowan, que incluso había rechazado un encargo de una princesa del País Y.

¿Y sin embargo había diseñado diez borradores de anillos de boda personalizados... para Selina?

—Selina, no pensé que tú...