Un nuevo calendario

Oscuridad...

No puedo sentir mi cuerpo...n..no puedo gritar...quiero moverme, pero no siento ni mis dedos Suspiro tanta paz...

—Tonalti, joven.

Una voz me sacó de ese vacío, abrí los ojos (¿o solo lo imaginé?) y vi a una figura imponente frente a mí, parece vestir un atuendo sacado de un códice prehispánico: un casco en forma de... ¿serpiente? es eso o es un ¿jaguar?, tocados con plumas vibrantes y una capa que brillaba como si estuviera hecha de estrellas, era ostentoso, sí, pero también transmitía una autoridad inquietante.

—Bue...nos días... —contesté, confundido.

—Esto puede ser impactante para ti, pero lamento informarte que has muerto.

—¿Mu... muerto? ¡¿Pero cómo?!

—Es normal que no lo recuerdes, pero debes recordarlo.

Forcé mi mente lo mas que pude...

Ahora lo recordaba, estábamos en el laboratorio de la prepa, yo me había quedado a guardar el material que habíamos usado en la práctica del día, particularmente, nunca fui un excelente alumno, pero debido a las condiciones en las que vivíamos mi familia y yo, busqué esforzarme al máximo, lo hice hasta lograr estar en la lista de los mejores de la escuela al final ese tipo de cosas me trajeron problemas.

Todo detonó ese día, un grupo de chicos me acorraló. Entre amenazas y burlas, sufrí maltratos físicos, escaló hasta el uso del material de laboratorio... u...usaron ácidos en mí....esa sensación... el ácido quemando mi piel, el dolor insoportable, el miedo... creí que alguien vendría a ayudarme, ahora lo recordaba todo, aún así, no podía sentir nada ahora.

—Por tu cara, parece que lo has logrado recordar —dijo la figura con una voz que suave como una caricia del viento—. La crueldad y la indiferencia... nuestra creación se ha descarrilado, hemos estado pensando en rehacer todo una vez más, pero tememos que el ciclo se repita, a pesar de tanta crueldad, siempre hay personas que se esfuerzan y no ejercen maldad alguna, sino todo lo contrario.

—Pero... ¿tú quién eres? —pregunté, todavía aturdido.

El dios sonrió.

—Pensaba que ya te habrías dado cuenta, mi nombre y mi historia tienen distintas versiones, algunos dicen que, con ayuda de mi hermano, Tezcatlipoca, pusimos el cielo, la tierra y los arroyos, otros cuentan que bajé al Mictlán por huesos para su creación, Incluso hay quienes afirman que fui regentes de uno de los cinco soles; Me llaman Serpiente Emplumada, Kukulkán... o Quetzalcóatl. 

Inmediatamente me arrodillé e hice una reverencia, sintiendo que mis piernas temblaban bajo el peso de su presencia.

—Señor, es un gran honor conocerlo, el hecho de que esté dirigiéndome la palabra...

Quetzalcóatl me interrumpió con una risa suave pero poderosa.

—Deberías estar más sorprendido, ¿no, joven Iztli?

—Señor de los vientos del este, me encuentro muy nervioso y temo que cualquier ofensa mía pueda generarle algún disgusto.

El Dios volvió a reír, y esta vez su risa resonó.

—No te preocupes muchacho, ven y sígueme te explicaré algo por el camino

Seguí a Quetzalcóatl, tratando de mantener el ritmo de sus pasos largos, aproveché el silencio para hacerle unas preguntas que llevaban rondando en mi mente desde que apareció.

—Señor, ¿por qué habló en plural cuando terminé de recordar mi muerte?

El dios, con el porte de un rey al caminar(aunque nuca he visto uno... hasta hoy), no dejó de avanzar, su voz es clara y poderosa.

—En este mundo, bueno, en tu mundo, existen la mayoría de los dioses de la historia, desde Japón hasta Australia, y cada uno de ellos recibe las almas de los muertos, dependiendo del folklore, será la manera en que son transportados.

—Oh, vaya. ¿Y qué tal el Dios de la religión católica y las demás religiones que se relacionan con la Biblia? —pregunté con curiosidad, tratando de no tropezar con mis propios pies.

—También existen, nosotros, los dioses, en conjunto los creamos a ustedes, pero cada quien tiene su mito.

—¿Y Jesús y Buda?

—Ellos son lo que puedes denominar como "iluminados", ascendieron a nuestro lado y conviven como si fueran uno de nosotros.

—Vaya... ¿Y por qué no volvió como lo dijo en su profecía?

Quetzalcóatl se detuvo por un momento, su rostro mostró una expresión pensativa.

—Oh, sobre eso... Es algo complicado, pero resumiendo la historia, la era de los dioses interviniendo había acabado y cuando pude volver a tener contacto con aquella gente, estaban en guerra, así que no pude intervenir más.

—Supongo que las reglas no diferencian entre dioses y humanos...

—Es como dices —respondió con una sonrisa amable—. Hemos visto cómo la humanidad ha decaído, pero aun así los amamos y queremos que busquen la redención, aunque otros quieren eliminarlos, todavía se discute ese asunto. En cualquier caso, por ahora no te preocupes por eso, ese asunto es para nosotros, los dioses.

—Pero, señor, ¿ qué hago aquí? —pregunté, algo nervioso.

Quetzalcóatl se volvió hacia mí, sus ojos brillaron con una mezcla de solemnidad y compasión.

—Serás enviado a la rueda de la reencarnación.

Ante nosotros apareció una estructura que desafiaba la lógica: un disco de luz áurea, tallado con símbolos prehispánicos que mi mente no podía comprender, el diseño se asemejaba al calendario solar mexica, pero con glifos que parecían moverse y reorganizarse ante mis ojos.

—Bien, joven Iztli —dijo Quetzalcóatl, señalando el disco—. Te daré contexto. El mundo al que irás es una segunda Tierra, relativamente reciente, no tiene más que unos siglos desde su creación, es similar al tuyo, pero con un detalle clave: existe la magia, podrías llamarlo... mundo de fantasía.

—¿Qué tipo de fantasía? —pregunté, observando cómo los símbolos en el disco giraban lentamente.

—No lo sé exactamente —admitió el dios, encogiéndose de hombros—. Otros dioses administran ese mundo.

—¿Me dará habilidades? —pregunté, recordando las novelas y videojuegos que solía leer.

Quetzalcóatl sonrió, divertido.

—¿Cómo en las novelas ligeras? Sí. ¿Qué poder prefieres? ¿Algo como "predecir el clima... pero solo por cinco segundos" o "hablar con las piedras..." pero solo las sedimentarias?

—¿Es broma, no? —arqué una ceja.

—Nada es inútil si sabes usarlo —respondió, aunque una risa burlona escapó de sus labios.

—Bromas aparte —dije, cruzando los brazos—. ¿Puedo elegir mi raza, habilidades y algo más?

—Claro, ese es el sistema estándar.

—¿Y por qué usan un sistema parecido a un videojuego?

Quetzalcóatl suspiró, como si hubiera respondido esa pregunta mil veces.

—Susano´o lo recomendó, dijo que era más sencillo de explicar.

—Ah... bueno, supongo que me conformo con esa explicación.

El dios agitó la mano, y un menú holográfico apareció frente a mí, mostrando opciones en caracteres que, sorprendentemente, podía entender.

—Entonces, ¿cuáles son tus peticiones, joven Iztli?

—¿Puedo ser un elfo? O alguna raza...muy, muy longeva.

Quetzalcóatl parpadeó, sorprendido.

—Hmm... esa es una elección particular, normalmente piden ser humanos o semi-humanos.

—Ya viví como humano —dije, mirando el disco de luz—. Y ahora quiero ser quien cuente las historias de mi mundo, además de presenciar todo tipo de cosas.

El dios sonrió, aprobando mi respuesta con un gesto.

—Buena elección, ahora, ¿ qué habilidades quieres?

El menú frente a mí se actualizó, mostrando una lista interminable de opciones, algunas eran seriamente poderosas "Control elemental ilimitado", otras ridículas "Hacer que la comida siempre esté a temperatura perfecta", y algunas directamente absurdas "Invocar un pato de la nada una vez al día"

fruncí el ceño, evaluando sus opciones.

-"Elijo la alquimia... y eso que llamas vista cinética."

Quetzalcóatl se iluminó como un niño con juguete nuevo.

-"¡Excelente respuesta, alquimista!", ¡Woah!, Siempre quise decir eso." Hizo una pausa dramática. "Susano'o lo repite cada vez que puede, el muy pesado."

-

—Es una buena referencia… pero no soy un alquimista. Todavía no.

El dios me miró con curiosidad, como si mi seriedad le resultara graciosa.

—Joven Iztli, ¿alguna vez te han dicho que eres algo… amargado?

—De vez en cuando, sí.

—Espero que eso cambie cuando estés en ese mundo nuevo. —Hizo un gesto teatral con las manos—. Pero antes, ¿qué raza querías?

—Un elfo. Con un rasgo característico.

—¡Bien! Serás un elfo de obsidiana.

—¿Eso existe?

—Probablemente no.- respondió de una manera seca

Yo entrecerré los ojos (o al menos, la versión espiritual de mis ojos).

—…Eso no tiene sentido.-

—¡Ah! Casi lo olvido... —El dios sacó algo de entre sus plumas: un objeto que brilló con luz propia, un espejo de bolsillo, parece de obsidiana—. Toma, una... réplica del espejo de Tezcatlipoca.

Lo giró entre sus dedos antes de lanzármelo, al tocarlo, sentí un escalofrío que no tenía nada que ver con la falta de cuerpo.

—Te será útil. —Su sonrisa se volvió cómplice—. Y por el amor a los Cinco Soles: no le digas que fui yo. Se pone... dramático.

El reloj vibró en mis manos. Por un segundo, juré ver un destello de ojos en su superficie.

—Creo que es hora. —Quetzalcóatl levantó las manos y el disco de luz comenzó a girar a velocidades absurdas—. Cuídate, joven Iztli

de pronto se torno en oscuridad....