Bajo la atenta mirada de la multitud, el peligro era inminente.
Cuando el caballo oscuro corrió hacia ella, Eliza ya había notado algo extraño.
A diferencia del horror de los demás, Eliza estaba indescriptiblemente tranquila en este momento.
Sus ojos estaban fijos en el caballo y su respiración se hizo más lenta.
Entonces, cuando los cascos estaban a punto de caer, se inclinó hacia atrás para evitar el paso fatal.
No solo eso, sino que también agarró las riendas que se habían soltado. Luego se dio la vuelta y saltó sobre la parte trasera del caballo, su cuerpo revoloteando como una golondrina.
Todos abrieron los ojos con sorpresa y miraron esta escena con incredulidad.