—Señora Forrest, soy como usted —dijo Julia—. Mi única hija me dejó para siempre cuando tenía 44 años. Cuando falleció, ya tenía ocho meses de embarazo. ¡Un cuerpo, dos vidas! En ese momento, sentí que el cielo se derrumbaba. Mi esposo y yo no sabíamos cómo seguir adelante...
Al recordar el pasado, los ojos de Julia se llenaron de lágrimas.
En ese momento, había pensado en morir.
Al escuchar esto, Cheryl miró a Julia con incredulidad.
—¿Quién bromearía sobre algo así? —continuó Julia—. Si pudiera, preferiría ser yo quien muriera.
Estas palabras resonaron profundamente en Cheryl.
Ella también deseaba haber sido quien muriera en lugar de su bebé.
—Pero Señora Forrest, debemos seguir adelante en la vida —dijo Julia, sosteniendo la mano de Cheryl—. Un final es en realidad el comienzo de algo nuevo. Nuestros hijos simplemente han pasado a su siguiente viaje, y nosotros debemos recorrer el resto del camino por ellos y no dejar que se preocupen.