En este momento.
Mary Perryne apenas podía creer lo que acababa de escuchar.
Miró fijamente a Mandel Thompson, sus ojos tornándose rojos.
—Madre —comenzó Mandel lentamente—, hemos encontrado a mi hermana pequeña.
—Mandel, dilo otra vez.
Había estado buscando durante dieciocho años.
Añorando durante dieciocho años.
Pensando en ella durante dieciocho años.
Durante estos dieciocho años, había experimentado innumerables momentos de esperanza, y luego innumerables momentos de desesperación.
Nadie podía comprender ese sentimiento.
Cuántas veces se despertaba de un sueño a medianoche, solo para encontrar su almohada mojada de lágrimas.
Ahora, ya no era capaz de soportar más golpes.
—Madre, has oído bien. Hemos encontrado a mi hermana pequeña —continuó Mandel.
Al escuchar la respuesta afirmativa, las piernas de Mary cedieron y se desplomó en el suelo.
¡Pum!
—¡Viola!
En el siguiente momento, abandonó su habitual compostura, ocultando su rostro mientras lloraba, casi aullando.