Pei Jue soltó una suave risa.
—¿Quieren que los acompañe?
Sin pensarlo, era obvio que las pinturas antiguas que repentinamente desaparecieron de la casa de Ye Qilan hace unos días eran obra del Monje Yu Chen.
—No es necesario, no es necesario, no entiendes nuestro estilo. Si vinieras, solo causarías más caos para mí y el Jefe Qing. ¡Simplemente coordina con mi hermana mayor y prepara lo necesario para el ritual! —agitó las manos Yu Chen.
Pei Jue arqueó una ceja.
¡Era la primera vez que alguien le decía que solo estaba estorbando!
Pero quien lo decía era el Maestro Yu Chen, cuya visión como cultivador siempre era particularmente clara. Frente a esos ojos ligeramente límpidos, era evidente que estaba expresando sus verdaderos sentimientos.
Era difícil para Pei Jue enojarse.
—La abuela no está en casa, prepararé lo necesario para el ritual. Vuelvan temprano. Si necesitan mi ayuda, recuerden contactarme.
La última parte de la frase fue dirigida a Qingwu.