Mientras Lin Zhiyi estaba enredada con las imágenes en su mente, el aroma del Té Calmante llegó a su nariz.
Levantó la mirada, y había una taza humeante de Té Calmante junto a ella.
Después de quedarse atónita por unos segundos, volvió a mirar a Gong Chen.
El hombre sostenía palillos en una mano, y la otra mano estaba metida en el bolsillo de su pantalón, con las líneas nítidas de su camisa delineando una figura de hombros anchos y cintura delgada.
Aparentemente casual, pero por todas partes emanaba un aire de inaccesibilidad.
Pero de alguna manera no coincidía con la figura en su mente.
Lin Zhiyi tomó silenciosamente unos sorbos de té, y, después de un momento, Gong Chen colocó los fideos cocinados frente a Lin Zhiyi.
—Come —dijo.
Lin Zhiyi recuperó la compostura, apretó los labios y negó con la cabeza.
—No es necesario, ya no tengo hambre...
Gorgoteo, gorgoteo, gorgoteo.
Su estómago gruñó inoportunamente, haciendo que su rostro se tornara rojo.